Dice el viejo refrán: "Si la Candelaria plora l'hivern fora però si no plora, ni dins ni fora". El 29 de marzo de 1939 amaneció revuelto. El sol pujaba por prevalecer en cielo enmarañado y destemplado clima, en fechas en que la primavera es inequívoca realidad, si bien, hacia mediodía, la temperatura devino totalmente veraniega y la tarde, radiante, invitaba al paseo.
Quizá, debía estar lloviendo en Alicante, dadas las copiosas nubes que de aquel lado se veían. Por lo demás, el desenlace de la aventura rebelde, eclesiástica-fascista, iniciada tres años antes, se temía tan cercano, como segura la victoria de éstos. Pero ni el más pesimista pudo imaginar la feroz ingeniería represiva, el calvario de lágrimas y pesado manto que la dictadura de los vencedores traería consigo. Con rotundidad puede afirmarse que, para el pueblo ilicitano, alejado físicamente de los frentes de batalla, la posguerra resultó mucho más dura que la guerra misma. Un pueblo no muy dichosamente tratado por el devenir de los tiempos, cierto, pero generoso y de solidarios rasgos: sumiso, pero orgulloso; creyente, pero no beato; librepensador, pero tolerante; paciente, pero terco y combativo ante la adversidad; remiso a replegarse, incluso, ante las peores dificultades. Y, como culminación de esa idiosincrasia, alegre y laborioso como ninguno, de vida apacible, forjada por siglos de sosegada convivencia en la penumbra, suave y sensitiva, bajo sus hermosos huertos de palmeras.
Bueno, aunque el final de "aquello" se sabía cierto, pocos lo creían tan inminente, si bien el mazazo de la caída de Barcelona y, sobre todo, la traición de Casado, incentivaron una sensación de malos augurios y frustración, de amargura en el alma y derrota en el cuerpo, que ya hacía algún tiempo (desde el corte de Vinaroz, en concreto) se venía acusando en una población muy desgastada por los ríos de sangre joven derramada, los lutos, los duros golpes, las dolorosas ausencias y las consiguientes privaciones de todo tipo, tras treinta y dos largos meses de guerra que más parecieron siglos. Como fuere, el 29 de marzo de 1939, hacia las cinco de la tarde, dramática hora lorquiana, dejada atrás la última curva de la carretera de Aspe, una sección de tanquetas y otras unidades móviles blindadas del ejército mercenario italiano enfilaron, lentamente, la recta hacia nuestra ciudad; hacia el puente viejo, más resistente a la pesada maquinaria bélica, para cruzar el Vinalopó. Tras breve parada en la Plaça i Baix, seguidos por bulliciosa y pedigüeña chiquillería, se dirigieron al campo de fútbol de Altabix, instalando allí su campamento.
La gente, silenciosa en su mayoría, se arremolinó expectante para ver este inusual desfile; no a saludar a los recién llegados -fuerzas de ocupación al cabo-, sí a tantear el ambiente, entre recelosa y desconfiada. Salieron los quintacolumnistas emboscados, rumbosos y desafiantes, y de algunos balcones colgaban pendones monárquicos. Luego, llegarían las tropas mora y legionaria. Aquella plantó su vivac en el huerto de las Jesuitinas; ésta en las dependencias de Riegos de Levante, en Reina Victoria.
No hubo fiesta. No pudo haberla, siendo ajenas las fuerzas de ocupación y minoría sus parciales aunque ruidosos y con inaudita sed de sangre, odio y venganza. Vaya, posteriormente sí hubo algún acto en la plaza de toros al que muchos asistieron "acongojados" no para ver sino para ser vistos, y simular adhesión a unos mandamases militares con bien ganada fama más que de insensibles, de inhumanos. No se equivocó el pueblo con tales miedos pues de inmediato empezaron a confirmarse, a hacerse realidad, los más negros pesares. Así fue. Ese mismo día ya se produjeron arbitrarias detenciones y en los sucesivos se tuvo que habilitar varias dependencias, además del Palau d'Altamira, para amontonar una creciente muchedumbre de hombres y mujeres, hasta menores de edad y ancianos, cuyo delito no pasó nunca de haber votado o manifestado simpatías por candidaturas de izquierda. Elche se convirtió en enorme campo de concentración y comenzó el bancal de sangre y depuraciones. En la pared norte del cementerio se fusiló (asesinados, pues no fueron juzgados por ningún tribunal imparcial ni legitimado) a todas horas: al alba, por la mañana, por la tardeÉ La camioneta Ford, incautada bajo amenazas junto a su chófer-propietario para estos siniestros traslados, efectuó sobre una docena de viajes con no menos de 6 u 8 reos cada vez. Tras ella, en vehículo aparte, sus verdugos: algunos falangistas locales. Se llamaban... ¡Para qué! Mejor callamos, pues sólo queremos recordar y honrar a sus víctimas.
En total fueron masacrados sobre un centenar de jóvenes trabajadores ilicitanos, luego enterrados en la desagradecida fosa del olvido. Sólo de casi la mitad guarda sus nombres la historia. El resto son desaparecidos; así de sencillo; así de doloroso. Como en toda dictadura, son los "nadies", cuyo sereno y silencioso clamor conmoverá, por siempre, la memoria sensible de los espíritus nobles.Para honrar la memoria de esos jóvenes trabajadores inmolados en aras de la libertad, la democracia y la justicia social, hoy miércoles, 30 de abril, a las 11'30 horas, en el Cementerio Viejo, patrocinado por la Asociación Cultural Memòria i Justicia d' Elx i Comarca, será inaugurado un monumento, tan sencillo como digno, diseñado, en su parte artística y emotiva, por el célebre pintor ilicitano, y del mundo, Andreu Castillejos. También el 1º de mayo, a las 9 de la mañana, se realizará una ofrenda floral. A estos actos convocamos e invitamos a todos los partidos políticos, sindicatos, universidades, institutos, colegios y asociaciones de todo tipo, humanitarias, vecinales, culturales, etc., así como a todas las personas de buena voluntad que desean acompañarnos.
Quede claro que la intencionalidad de estos actos es estrictamente humanitaria, con exclusión cualquier otra, y que sus fines son:
1).- Tras 69 años creemos llegada la hora de liberar nuestra memoria, aún cautiva.
2).- Dignificar, al fin, el lugar donde reposa un significativo grupo de jóvenes trabajadores ilicitanos, víctimas de tan incalificable acto.
3).- Intentar cerrar, definitivamente, con equidad, justicia y dignidad, única forma de hacerlo, el capítulo quizá más violento y vergonzoso de nuestra varias veces milenaria historiaÉ Para que tales hechos no se repitan ni empañen nuestro futuro ¡Nunca más!
JOSÉ ANTONIO CARRASCO
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