El pasado viernes tuvo lugar un sentido homenaje al obrero del derecho como a él le gustaba llamarse, Miguel Gutiérrez Carbonell , ofrecido por compañeros, juristas y sobre todo amigos. Sin embargo , desde el mismo viernes y a pesar de que acudí y me emocioné como toda su familia , me persigue el inconfeso desasosiego de un compromiso incumplido. Tengo una deuda con Miguel que ho he saldado y que su expresión socarrona en las fotografías que ilustran el homenaje construído en papel por sus amigos, me ha traído a la memoria.
Mi deuda es antigua pero no demasiado; se remonta a apenas hace un año y medio, cuando elaboraba una necrológica afectiva que debía despedir la memoria de unquerido profesor de Arqueología , que había fallecido inopinada y prematuramente. Para Riccardo Francovich, como para toda una generación de intelectuales italianos nacidos inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, la 2ª República española y su derrota a manos del fascismo representaba un mito de progreso truncado, en el cual las miles de personas que quedaron abandonadas a su suerte -"lo mejor de españa"- en palabras de Max Aub- en el Puerto de Alicante, último bastión de la sitiada República ocupado precisamente por las fuerzas italianas , simbolizaban mejor que nada la poderosa magnitud de la derrota y el tremendo desastre que se cernía sobre Europa; por ello, Riccardo seguía con pasión nuestro debate sobre la memoria histórica.
En esa despedida aludía a la casualidad de que su muerte accidental se hubiera producido el 68 aniversario de la entrada en la ciudad de la división Littorio, y su despedida civil en Florencia coincidiera con otro acto cívico celebrado en Alicante, en recuerdo de los hombres y mujeres republicanos que capturados en el Puerto, fueron conducidos a un campo de prisioneros improvisados en unos bancales de almendros cercanos, y en el que el propio Miguel, como miembro de la Comisión Cívica para la Recuperación de la Memoria Histórica tomó la palabra. Mientras preparaba este texto llamé a Miguel para consultarle algunos datos relacionados con esos trágicos sucesos y aunque tenía prisa me los proporcionó por extenso, con la prodigalidad de verbo que le caracterizaba, poniéndome como única condición que le enviase el escrito. Así lo hice y días después me llamó para decirme que le había conmovido y confesarme de paso que con la edad se hacía cada vez más sensible a los reconocimientos dictados por el corazón, lo que él atribuía a la vejez y yo a su bonhomía. Bromeamos y yo le prometí que le haría una despedida similar , sin saber que muy pronto e igualmente de forma inopinada, también Miguel iba a ser requerido por sus compañeros a las "aladas almas de los almendros de nata" .
Ésta es mi deuda; no le hice esa despedida tan frívolamente prometida, ni tan siquiera cuando nos brindaron la oportunidad de participar en este último homenaje , en el que yo pensaba que correspondía a sus hijos y sus compañeros en la judicatura y las ideas tomar la palabra. Pero el caso es que siento que Miguel no me perdona la deuda y he querido saldarla de forma pública con estas líneas que no son, por más que lo parezcan, un homenaje a su memoria sino por ella.
Las preposiciones no son baladíes y este "por" se refiere a la vindicación de la memoria histórica por la que él , junto con otros y otras, luchó hasta el mismo día de su muerte. No hablamos de pasar facturas o ejercer revanchas, sino de algo tan simple como rescatar una memoria por la fuerza silenciada . En estos tiempos en que mi oficio de historiadora en la tierra ha debido poner a disposición de la historia -no la que habitualmente construimos desde la distancia de sus documentos textuales y materiales, sino aquella próxima y terrible que emana del derecho de los vivos a recordar a sus muertos - nuestras piquetas y pinceles , para desenterrar los restos materiales de una dolorosa por próxima contienda, me vienen constatemente a la cabeza los versos que Miguel Hernández dedicó a su amigo muerto y que acompañaron también a Miguel Gutiérrez en el homenaje del pasado viernes:
"quiero escarbar la tierra con los dientes, / quiero apartar la tierra parte / a parte a dentelladas secas y calientes / Quiero minar la tierra hasta encontrarte / y besarte la noble calavera / y desamordazarte y regresarte".
Porque de eso se trata , de desamordazar y regresar , no sólo a los muertos sino su memoria; del derecho a saber y recordar. Miguel, en nombre de la Comisión Cívica, reclamaba únicamente un espacio urbano que regresa y desamordazara la memoria , bajo la forma de un parque de alados almendros de nata. Murió sin lograrlo y todos los homenajes que sele han hecho no suplen el que esperamos y que no es en realidad un homenaje a su persona sino a la memoria de todos los hombres y mujeres que perdieron -con la vida o el silencio- su derecho a pensar lo que pensaban . Yo ya he cumplidomi deuda con mi tío Miguel escribiendo la despedida prometida. Nuestro Ayuntamiento aún tiene pendiente cumplir la suya , en el convencimiento de que su carácter democrático le hace heredero directo de aquella libertad de pensamiento que fue entonces silenciada. Lo contrario significa , a más de no cumplir su deuda para con todos los ciudadanos de Alicante, asumir una continuidad injustificable con aquellos que acabaron con la democracia en el campo de los almendros.
Sonia Gutiérrez Lloret
es catedrática de Arqueología de la Universidad de Alicante.
Artículo publicado en el diario INFORMACIÓN el Martes 17 de Febrero de 2009
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