martes, 24 de febrero de 2009

Los almendros sin memoria

Cuando leí hace bastantes años La muerte de la esperanza, el magnífico libro testimonial de la Guerra de España del que es autor el periodista y escritor libertario Eduardo de Guzman (1908-1991) recuerdo haber seguido las incidencias de su segunda parte especialmente conmovido. Narra Guzman los últimos días del mes de marzo de 1939 en el puerto de Alicante, cuando miles de republicanos , una vez frustrada la posibilidad de escapar por barco de la represión franquista, fueron detenidos e internados en el campo de concentración de Los Almendros por las tropas sublevadas. La emotividad de esa lectura deriva de una de mis más arraigadas pesadillas de niñez, a propósito también de otra evacuación, ésta sí consumada, que tuvo lugar en los muelles del Musel de Gijón en el otoño de 1937 . Mi indiscreción infantil pagó caro haberme enterado de aquellos episodios por escuchar las charlas más clandestinas de los adultos, pues a las divertidas tardes de pesca que pasaba en el puerto solían seguirles por las noches oníricos epílogos lleno de zozobras. Nada me parecía más infausto que imaginar a centenares de niños y adolescentes -los que luego se llamarían Niños de la Guerra en México o Moscú- , separándose de sus padres entre lágrimas y abrazos, mientras las llamaradas de los depósitos de combustible de la ciudad , bombardeados por el ejército franquista , prestaban a esas dramáticas escenas un fondo de fantasmagórica madrugada.
Quedaba entonces mucha guerra por delante y era factible todavía poner una fecha no demasiado lejana a un posterior reencuentro familiar, que finalmente se demoraría demasiado o no llegaría nunca realizarse. Los internos recluídos en Los Almendros no tuvieron más expectativas que las del cautiverio o la muerte, porque la guerra había terminado con su derrota. De todo cuanto padecíeron quedó recreada constancia en la novela Campo de los Almendros, escrita por Max Aub y que no pocos críticos consideran como una de las mejores , si no la mejor, de las publicadas en el exilio (México , 1968). Abundando en las jornadas de desesperación y pánico vividas en el puerto de Alicante, de las que Guzmán da referencia testimonial en su libro, Aub completa con su magnífica prosa la aciaga perspectiva que se apunta en la última página de La muerte de la esperanza, cuando el periodista y escritor anarquista describe el suicidio de aquellos que no pueden o no quieren sobreponerse a la pesadumbre y decepción de la derrota: "Un momento los contemplamos en silencio . Luego echamos a andar lentamente hacia la salida . Camino maquinalmente , sin ver siquiera dónde piso. Frente a mi veo a los soldados que nos aguardan. Pienso en las ilusiones desvanecidas, en el ejemplo de cuantos cayeron en largo recorrido. Alguien murmura a mi lado:'Pronto envidiaremos a los muertos'. Asiento sin palabras. Es el primero de abril de 1939. ¡La guerra ha terminado!".
Hace ya casi cinco años que la Comisión Cïvica de Alicante para la Recuperación de la Memoria Histórica planteó al Ayuntamiento de la ciudad, gobernado por el Partido Popular, la solicitud de erigir un monumento conmemorativo que recordara el trágico fin de la contienda y a quienes padecieron la represión franquista en ese campo de concentración y otros recintos de la ciudad en unas condiciones tan penosas que, según el poeta Marcos Ana, impulsaban a los presos a comer flores y tallos tiernos ante la extrema precariedad de comida y agua. En noviembre de 2004 se creó la comisión municipal correspondiente para que el asunto fuera sometido a estudio. Dos años después y en vista de que la tal comisión no mostraba ningún indicio de actividad , la entidad solicitante reclamó una parcela de suelo público en Los Almendros para ubicar allí el pertinente memorial. Recibida incluso una subvención por parte del Gobierno central a tal efecto , esa subvención venció el pasado mes de marzo sin que la demanda de la Comisión Cívica fuera atendida por el Ayuntamiento.
El pasado 3 de febrero , coincidiendo con los 70 años de la atroz ratonera que supuso para unas 14.000 personas el puerto de Alicante, muchas de ellas significadas en la lucha por el régimen legítimo y constitucional de la II República , la Comisión Cívica de aquella ciudad presentó un manifiesto en el Ateneo de Madrid para "reparar una antigua injusticia, compensar una historia manipulada, combatir contra el olvido, saldar en definitiva una deuda moral que la democracia española sigue teniendo con quienes defendieron una España Tolerante, pacífica, culta y solidaria".
No se puede entender en la España actual que , mientras la Fundación Príncipe de Asturias de Oviedo concede un premio a la concordia al Museo del Holocausto hace un par de años o en La Jonquera se inaugura un museo en recuerdo de los españoles internados en el campo de concentración de Argelès , el señor alcalde de Alicante siga posponiendo en Los Almendros el monumento solicitado. Claro que tampoco se puede entender con la ley de memoria histórica vigente, que otro alcalde del Partido Popular, éste de Salamanca, mantenga a Francisco Franco como alcalde de honor de la ciudad, con su efigie tallada en piedra sobre las arcadas barrocas de la Plaza Mayor, y se niegue a rehabilitar a Unamuno como concejal republicano . ¿ De qué heridas nos habla esta gente cuando se refiere a la memoria que las reabre?. Las únicas heridas en una democracia que se precie son las de seguir rindiendo distinciones a quienes la combatieron y olvido a sus defensores. Herida es a considerar que en el Campo de los Almendros se plantara hace un año un almendro florido, a falta del memorial reclamado, y al día siguiente apareciera descuajado con la firma de una esvástica , enseña de la barbarie.
FÉLIX POBLACIÓN
Escritor y periodista del Centro Documental de la Memoria Histórica
Publicado en el diario PUBLICO el Domingo 22 de Febrero de 2009

martes, 17 de febrero de 2009

A miguel Gutiérrez , por la memoria histórica

A Miguel Gutiérrez , por la memoria histórica

El pasado viernes tuvo lugar un sentido homenaje al obrero del derecho como a él le gustaba llamarse, Miguel Gutiérrez Carbonell , ofrecido por compañeros, juristas y sobre todo amigos. Sin embargo , desde el mismo viernes y a pesar de que acudí y me emocioné como toda su familia , me persigue el inconfeso desasosiego de un compromiso incumplido. Tengo una deuda con Miguel que ho he saldado y que su expresión socarrona en las fotografías que ilustran el homenaje construído en papel por sus amigos, me ha traído a la memoria.
Mi deuda es antigua pero no demasiado; se remonta a apenas hace un año y medio, cuando elaboraba una necrológica afectiva que debía despedir la memoria de unquerido profesor de Arqueología , que había fallecido inopinada y prematuramente. Para Riccardo Francovich, como para toda una generación de intelectuales italianos nacidos inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, la 2ª República española y su derrota a manos del fascismo representaba un mito de progreso truncado, en el cual las miles de personas que quedaron abandonadas a su suerte -"lo mejor de españa"- en palabras de Max Aub- en el Puerto de Alicante, último bastión de la sitiada República ocupado precisamente por las fuerzas italianas , simbolizaban mejor que nada la poderosa magnitud de la derrota y el tremendo desastre que se cernía sobre Europa; por ello, Riccardo seguía con pasión nuestro debate sobre la memoria histórica.
En esa despedida aludía a la casualidad de que su muerte accidental se hubiera producido el 68 aniversario de la entrada en la ciudad de la división Littorio, y su despedida civil en Florencia coincidiera con otro acto cívico celebrado en Alicante, en recuerdo de los hombres y mujeres republicanos que capturados en el Puerto, fueron conducidos a un campo de prisioneros improvisados en unos bancales de almendros cercanos, y en el que el propio Miguel, como miembro de la Comisión Cívica para la Recuperación de la Memoria Histórica tomó la palabra. Mientras preparaba este texto llamé a Miguel para consultarle algunos datos relacionados con esos trágicos sucesos y aunque tenía prisa me los proporcionó por extenso, con la prodigalidad de verbo que le caracterizaba, poniéndome como única condición que le enviase el escrito. Así lo hice y días después me llamó para decirme que le había conmovido y confesarme de paso que con la edad se hacía cada vez más sensible a los reconocimientos dictados por el corazón, lo que él atribuía a la vejez y yo a su bonhomía. Bromeamos y yo le prometí que le haría una despedida similar , sin saber que muy pronto e igualmente de forma inopinada, también Miguel iba a ser requerido por sus compañeros a las "aladas almas de los almendros de nata" .
Ésta es mi deuda; no le hice esa despedida tan frívolamente prometida, ni tan siquiera cuando nos brindaron la oportunidad de participar en este último homenaje , en el que yo pensaba que correspondía a sus hijos y sus compañeros en la judicatura y las ideas tomar la palabra. Pero el caso es que siento que Miguel no me perdona la deuda y he querido saldarla de forma pública con estas líneas que no son, por más que lo parezcan, un homenaje a su memoria sino por ella.
Las preposiciones no son baladíes y este "por" se refiere a la vindicación de la memoria histórica por la que él , junto con otros y otras, luchó hasta el mismo día de su muerte. No hablamos de pasar facturas o ejercer revanchas, sino de algo tan simple como rescatar una memoria por la fuerza silenciada . En estos tiempos en que mi oficio de historiadora en la tierra ha debido poner a disposición de la historia -no la que habitualmente construimos desde la distancia de sus documentos textuales y materiales, sino aquella próxima y terrible que emana del derecho de los vivos a recordar a sus muertos - nuestras piquetas y pinceles , para desenterrar los restos materiales de una dolorosa por próxima contienda, me vienen constatemente a la cabeza los versos que Miguel Hernández dedicó a su amigo muerto y que acompañaron también a Miguel Gutiérrez en el homenaje del pasado viernes:
"quiero escarbar la tierra con los dientes, / quiero apartar la tierra parte / a parte a dentelladas secas y calientes / Quiero minar la tierra hasta encontrarte / y besarte la noble calavera / y desamordazarte y regresarte".
Porque de eso se trata , de desamordazar y regresar , no sólo a los muertos sino su memoria; del derecho a saber y recordar. Miguel, en nombre de la Comisión Cívica, reclamaba únicamente un espacio urbano que regresa y desamordazara la memoria , bajo la forma de un parque de alados almendros de nata. Murió sin lograrlo y todos los homenajes que sele han hecho no suplen el que esperamos y que no es en realidad un homenaje a su persona sino a la memoria de todos los hombres y mujeres que perdieron -con la vida o el silencio- su derecho a pensar lo que pensaban . Yo ya he cumplidomi deuda con mi tío Miguel escribiendo la despedida prometida. Nuestro Ayuntamiento aún tiene pendiente cumplir la suya , en el convencimiento de que su carácter democrático le hace heredero directo de aquella libertad de pensamiento que fue entonces silenciada. Lo contrario significa , a más de no cumplir su deuda para con todos los ciudadanos de Alicante, asumir una continuidad injustificable con aquellos que acabaron con la democracia en el campo de los almendros.
Sonia Gutiérrez Lloret
es catedrática de Arqueología de la Universidad de Alicante.
Artículo publicado en el diario INFORMACIÓN el Martes 17 de Febrero de 2009